El arrechón, el tumbacatre, el pipilongo, el curao, la tomaseca y el caigomosjuntos, son sólo algunas de las bebidas derivadas del Viche, un licor insigne del pacífico extraído de la caña de azúcar. Cuando Víctor Mario Mina lo probó por primera vez quedó tan prendado de su sabor que hoy es conocido como El Vichero del Distrito.
Por: Jorge Caicedo
De su bicicleta, fuerte y pesada, ya no se puede reconocer el color original; los rayones y la grasa de varadas y pinchazos, la convierten en un armatoste poco silencioso pero resistente. Ella permite que el hombre, su hombre, ataviado con sombrero de paja de iraca, chaleco de radialista de barrio y mochila atravesada, recorra a diario las calles polvorientas algunas y con pavimentos sinuosos otras, del Oriente de Cali. Oriente, ese espacio vital en el que no nació pero que lo vio crecer, formarse y que ahora no puede ni quiere abandonar. A este profesional a distancia, graduado de sicología social comunitaria, el camino le trae en cada calle y cada esquina sonrisas que parecen honestas y manos que se agitan a su paso. Lo saludan, lo detienen, lo interrogan: que si este año si hay feria de las culturas, que cómo hacen para asistir al taller de emprendimiento en La Casona, que la onda de la emisora cuándo va a llegar hasta esta zona de Aguablanca; que si en la Central didáctica prestarán libros sin tener la llave del saber. Es Víctor Mario Mina Mulato, nombre de hombre negro para un individuo de piel muy negra; el Vichero del Distrito le dicen muchos, otros lo llaman El Profe, y unos más, simplemente le dicen Víctor o Víctor Mario.
Dice tener 48 años, casi medio siglo, pero para mí no es información que coincida con lo que veo; la piel negra siempre oculta la historia que pasa por los cuerpos que recubre, entonces, sin más, decido darle fe a lo que me dice. Nació en la Nueva Floresta, el barrio que queda cerca al Distrito, a unos metros, cruzando la calle. Sin embargo desde siempre su vida ha estado ligada a Aguablanca, un sector que para muchos es otro espacio, otra Cali. Un accidente de la diosa fortuna que lo mueve todo, lo llevó hace muchos años atrás, a vivir junto a su madre en el barrio El Retiro, un pedazo de ciudad habitado principalmente por gente negra como él. Y fue allí donde este caleño nacido de otra caleña y de un quilichagüeño, comenzó a impregnarse de ese Pacífico en el que no nació pero del que vive y respira. Un Pacífico que para mediados de los 80 aún no había tenido la oportunidad de pisar, justo cuando él y cientos de familias comenzaron a poblar el Oriente de Cali o a invadirlo, como dicen los libros que escriben otros sobre esta parte de la ciudad. Ese Pacífico lejano empezó a hacerse real en la mente de Víctor Mario a través de los relatos de mujeres negras que trabajan con él en La Obra Social fundada por el padre Welker, y desde entonces ancló su vida al Distrito, ese pedacito de Pacífico sin mar en el corazón de Cali. Ellas eran mujeres provenientes de Tumaco, Satinga y Mosquera, en Nariño; de Guapi, Timbiquí y López de Micay en el Cauca; de Buenaventura en el Valle y de algunos pueblos del Chocó como Charambirá, Itsmina o Quibdó. Mujeres que entre las labores del aseo y la cocina, le contaban sobre el mar, las playas, la selva, las costumbres, los ritos, la fuerza de los vientos, las épocas de pesca y de lluvias; los atardeceres, la Tunda, el Riviel y el Maravelly. Poco a poco estos relatos le cambiaron la salsa que bailaba acá en su tierra por las marimbas, clarinetes, bombos y cununos de ese nuevo universo fraternalmente desconocido.

Recuerdo muy bien a una señora María que era partera y desplazada por la pobreza; ella me enseñó cosas tan maravillosas y especiales que no las enseñan en ninguna escuela del mundo y que solo se aprendían por allá; saber que por el tamaño del puño de la mano de una mujer, podés saber el tamaño de su cosa o que con mirarle la barriga a la parturienta, dependiendo si es puntua o redonda, se sabe qué va a traer y no se necesita ecografías, monitoreos ni toda esa cosa que se inventan las EPS… yo nunca me olvido de esa señora y ella dice que tampoco se olvida de mi. Era una mujer brillante que se sabía de memoria cuanto arrullo y alabao existe y que con sus manos había traído al mundo a la mitad de la gente que hoy vive en su pueblo, pero que siendo tan sabia, no sabía escribir ni leer; y yo le enseñé a leer… y luego le enseñé a firmar.
Entonces conoció el tapao, el viudo, el biringo, el arroz con queso o clavao, el sancocho quebrao, el puzandao, el birimbí de la canción, el cazabe, el encocao de jaiba, el atollao y el plátano parao; aprendió a distinguir el currulao del abozao y el bunde de la chirimía; aprendió que hay cununos macho y hembra y que allá, en las costas de los mares y en las riberas de los ríos, hasta la muerte, por cosas de la herencia de la esclavitud, se vuelve un goce en medio de arrullos, alabaos, chigualos y tambores. Y una de esas tardes de juego de dominó en andenes y sin playa, sin brisa pero con mucho sol, algunos hombres negros como él, al calor de las marimbas que brotaban de CD´s, sonando en los potentes equipos de la época, le dieron a beber un líquido medio transparente y medio turbio que le calentó la cabeza y le sacudió el cuerpo. Entonces conoció el Viche y le gustó tanto y lo probó tanto que se volvió un vichero; pero no un vichero más de los que terminan encantados con la magia y el embrujo de su sabor; un vichero especial, se inquietó tanto por ese licor tan barato pero tan rico y tan emborrachador pero que no da guayabo, que no descansó hasta conocerlo en su máxima esencia.

Desde esa época Víctor Mario o El Profe o El Vichero de Aguablanca, se ha convertido en un personaje tan conocedor de las bebidas tradicionales como cualquiera de las matronas que desde el Naya, Buenaventura, Saija, Timbiquí o Chocó, han venido cultivando y explorando e inventando los distintos licores del Pacífico. Son producto de la mezcla del viche con cuanta planta y fruto brinde la naturaleza de las regiones para cambiar el sabor y el ardorcito que produce en la garganta. Esa exploración hoy le ha dado vida al popular arrechón, al tumbacatre, elpipilongo, el curao, la tomaseca, el caigamosjuntos, la crema de viche, el vinete, el bebedizo, la revidurax y a muchos otros, todos, con la base fundamental del viche.
Hay que saber de dónde es que uno lo tiene que traer. Por esos días conocí a un señor Julio que vive en el Naya; es muy serio en sus cosas y él mismo prepara su viche y lo destila y lo cuida y lo trae para acá; yo he tomao de muchos y ese es el mejor; entonces yo comencé a tomar y a averiguar y a aprender a mezclarlo y a sacarle cuanta bebida tradicional se le pueda sacar con lo que se da por acá y ahí van saliendo las bebidas, algunas parecidas a las de allá pero otras con ese saborcito y esa cosa rara que solo se da por acá.
Hoy Víctor sabe que el Viche se llama así porque lo extraen de la caña de azúcar justo antes de que madure; el jugo de esa caña biche fruto del trabajo en los trapiches, se “entierra” en la arena o en los suelos duros, para que pueda fermentarse. Este guarapo se pone a cocinar en ollas de barro; el vapor que bota se transporta por alambiques y destilado en goteras o en su “sudor” como se le llama, es almacenado en galonetas donde estará listo para viajar a donde se le pida; ese es el Viche de verdad, aunque dice que también lo pueden sacar “jecho”, osea, cuando sale de la caña madura y hasta el “Charupo”, que es el viche que se saca de la panela o del melao del azúcar.
Hay gente que confunde el Viche con el chirrinche y los van nombrando sin discriminar como si fueran iguales, y no; una cosa es el chirrinche que es ese trago barato que intóxica y que uno lo toma cuando no hay más plata o cuando ya está sumido en la locura del alcohol y se ha vuelto pipero. Otra cosa es el Viche, fruto del trabajo del abuelo que sembró su caña en los territorios negros y la cosechó sin dejarla madurar y luego la volvió bebida y la mandó para acá. Claro que también existe un Viche malo, el viche de pasta, el que sacan del bagazo de la caña, casi que del desecho y le echan unas pastas pa´ que rinda; ese es viche malo, peligroso, por eso uno no debe irse tomando su Viche en cualquier parte.

El profe es un inquieto experimentador de esta bebida; es un alquimista en busca del elixir del placer. Sabe que la limitación para alcanzar la máxima riqueza del jugo de la Caña sin madurar, está en la mente de quien lo prepara. Por eso busca el punto ideal de sus bebidas, para hacerlo se apoya en los canaleros de su barrio; son ellos quienes llevados por la sed desmedida, aprovechan la inquietud del Profe y se prestan para probar las bebidas recién mezcladas. Con sus reacciones le van indicando en qué punto cada invención puede darse por terminada. Así surgió su versión del arrechón que como todas las que existen, tiene Viche y huevos de codorniz, canela, clavo, nuez moscada, vino blanco, leche condensada, chontaduro, borojó, huevos de toro, miel de abeja pura sacada directamente de los bichos alados, kola granulada, leche en polvo y mani; así mismo salió su versión de la tomaseca, del tumbacatre y del pipilongo. La mayoría de bebidas provienen de plantas que le dan su nombre; Víctor es consciente de que esas bebidas no son suyas, hace muchos años las inventaron; sin embargo, le da su toque particular; por eso su viche sabe como ninguno otro; ni el de Veneranda o el de Doña Cleme en Buenaventura, ni el de doña Berta en el Chocó y menos el de Don Ulises en Nariño. Ninguno se le compara, tal vez son mejores, tal vez peores, pero iguales, nunca jamás. Es así como este hombre logró inventarse su coctel de viche que lo ha hecho muy popular en cada una de las versiones del Festival Petronio Álvarez, y que se obtiene de mezclar el viche del Naya con gaseosa de Toronja y otros menjurjes que solo él conoce. Ese es el eterno ejercicio, mezclar, probar, inventar.
Las mujeres en el último Petronio me preguntaban por qué hay tanta bebida pa´ los hombres y nada pa´ellas, que por qué si creamos eso del pipilongo pa´ los señores, porque ahora no creamos el panochongo pa´ las señoras… y en eso estamos. Tiene que ser una bebida más suave pal paladar de las damas pero que enloquezca igual. Mejor dicho, que en últimas sirva pa´ lo mismo.
El Vichero está seguro que estas bebidas no tienen necesariamente el poder sexual que se les atribuye, simplemente son unas fuentes vitamínicas tan potentes que cualquier faena, sea de pie o acostado, solo o acompañado, tiene necesariamente que ser mucho mejor y durar más. Víctor Mario, este sicólogo social comunitario graduado de la UNAD, padre de tres hijos y que en el momento vive con su madre y sus sobrinos, es un hombre que hace de todo pero que encuentra en las bebidas tradicionales un importante espacio de trabajo y contacto con su cultura. Todo el año, su labor con el viche se concentra y llega a su punto máximo de rentabilidad en los tiempos del Festival Petronio Álvarez; es la época en que su familia y las familias vecinas se disponen para la preparación y envasado del licor; para la pegada de las etiquetas con el logo que un amigo le diseñó y le regaló; para la conseguida y el montaje del stand en la Plaza de toros o en el estadio; y para la venta que, aunque le impide gozarse el festival, permite que él y muchas otras familias hagan su agosto, en pleno agosto.
Uno se puede vender facilito unos cinco millones de pesos librecitos en los cuatro días del Festival; yo me vendo unas 10 galonetas de 25 botellas de solo Viche; sin contar lo que se hace con el arrechón y las otras bebidas; con eso come uno bien y comen todos y esa platica tiene que durar hasta diciembre. El resto del año la gente toma pero más poquito; te podés vender unas ocho o diez botellas a la semana, que no es malo o esperar algún evento popular grande como el día del Pacífico en la Feria de Cali o el Festival de la marimba que se inventó en su momento Abadía.

De sus otras apuestas en la cultura
Pero su cercanía con la cultura negra, esa que lleva en su piel y que viene re-conociendo y aprehendiendo a lo largo de casi medio siglo, lo ha llevado a explorarla desde espacios que van más allá de lo que pasa por el paladar; por eso también es el hombre que junto a otros hombres y mujeres, se inventaron hace unos años un cuento al que llamaron la Red Cultural de Aguablanca. Convirtieron esta asociación en una agencia para la promoción del talento local; querían que los jóvenes del oriente, estigmatizados y con pocas oportunidades, tuvieran un espacio donde pudieran no solo formarse sino también mostrarse para la ciudad y el mundo. Con esa Red lograron impulsar el talento de muchos pelados y peladas que vieron en la cultura otras formas de vivir y alcanzar sus sueños. Muchos de estos bailarines, cantantes y gestores culturales hoy tienen otra oportunidad de vida; algunos llegaron tan lejos que se ganarongrammys y otros, si bien no la pegaron con la música, hoy están gerenciando sus proyectos de vida con una perspectiva distinta a la que les ofrecía el medio. Al tiempo ayudan a que otros pelaos como lo fueron ellos encuentren caminos distintos a la violencia y la muerte.
Con la Red y con la Agencia logramos mover muchos grupos culturales del Distrito que de otra forma no podían verse y encontrar la forma de ganarse la vida con su arte; luego creamos la Feria de las culturas y con ella año tras año, no solo mostramos lo que podemos hacer en el Oriente sino que además le damos trabajo a mucha gente. Esa Feria era todo un acontecimiento que paralizaba el Distrito, ahora cada vez es más complicado poderla hacer.
La Feria de las Culturas, dice El Vichero, es un espacio que le apuesta a que toda la diversidad de etnias, costumbres, culturas y saberes que habitan el Distrito de Aguablanca, puedan conocerse, mezclarse, respetarse y valorarse. Diferentes actividades culturales, académicas y de formación dispuestas a lo largo del año y con un momento de máxima concentración en Octubre, donde a través de carpas y tarimas y en medio del ambiente de carnaval, la fusión de lo negro, lo indígena y lo mestizo, es cantada, bailada, recitada en coplas y décimas, degustada en bebidas y comidas; exhibida en cuadros y artesanías y disfrutada por propios y extraños. Es en ese espacio donde se refuerza su cordón umbilical con el Pacífico; ahora no es solo el arte de hacer bebidas tradicionales que crece a medida que se conecta con el saber de otros artesanos como él, sino que entra en juego la deliciosa sensación de conocer a las cantaoras, parteras, curanderas y decimeros que desplazados por la violencia o por el hambre, han llegado allí y tratan, al igual que él, de no dejar morir sus saberes.
Una voz para otras voces
Sus búsquedas de campos de trabajo lo llevaron a toparse con la radio comunitaria, hecha a través de una emisora alternativa que a mediados de los años 90 surgió en Cali en el barrio San Judas y que sonaba en toda la ciudad de manera clandestina pero legítima. Allí El Profe, sin saber cómo se hacía, se le midió a eso de poner su música por la radio, una música que antes de eso poco o casi nunca se oía en las estaciones tradicionales. En Comunal Estéreo, la radio que marcaba la diferencia como lo decía su slogan y que era el producto de un proceso comunitario con líderes de la comuna 10 en Cali, Víctor Mario sostuvo un espacio de música del Pacífico que a la postre se convertiría en uno de los primeros medios de comunicación que se interesó y divulgó el Festival Petronio Alvárez. Allá llegó El Profe en compañía de Erika, Guillermo y Mabel, el equipo de planta de la radio barrial, para transmitir con una consolita Shure, dos micrófonos duros ECM-58, una línea telefónica que un vecino prestó y el sonido central del evento que muy diligentemente pudieron gestionar. Muchos años después, cuando el Festival ya era una gran realidad, llegarían los demás con sus cables y micrófonos y luego el Canal Regional de televisión. Éste último aunque en un principio obligó a que el festival se “blanqueara” para poder mostrarlo, hoy lo difunde año a año por Colombia.
En su programa radial, sin fijarse en si la voz era o no radiofónica, Víctor Mario a través de la frecuencia 94.3 FM que la comunidad se auto-adjudicó, puso a sonar a Canalón, Los Hileros, El grupo Bahía, Peregoyo y su combo Bacaná, Buscajá, Naydí, Herencia, Socavón, al maestro Gualajo, La contundencia y hasta a Choquitown en sus principios, cuando nadie los conocía. Y hubo reacción, la gente comenzó a responder a la propuesta y a llamar y a pedir canciones y a compartir recuerdos y pesares por los exilios desde sus tierras. La gente pacífica se re-encontró desde la música y los relatos con su cultura y los otros, los que no son de allá y que no la conocían, la empezaron a apreciar y a respetar.
Eso de la radio fue tan importante para mí y para la gente de acá, que cuando el Gobierno obligó a cerrar la emisora Comunal en el 2001, quedamos con un vacío y con una espinita tan grande que esperamos y esperamos hasta que en el 2008 nos la pudimos sacar.
Hoy, Víctor Mario es también la cabeza del primer proyecto de radio comunitaria legal que ha tenido la ciudad. Oriente Estéreo la llamaron porque quieren luchar contra el estigma en el que ha caído la palabra Aguablanca y la palabra Distrito; un proyecto de comunicación para la movilización social desde la radio que congrega a hombres y mujeres de más de 30 organizaciones de base y que desde hace tres años cuando ganaron la licencia, vienen capacitándose, ordenando, estructurando y preparando lo que será, sin dudas para Víctor Mario, un verdadero proyecto de radio alternativa. Sabe que será una ventana para su gente, para sus cosas, para su música y para decir las cosas que otros medios no les dejan decir.

Por ahora solo suenan en unos cuantos barrios a la redonda de la sede en Marroquín II, pero le están peleando al Estado el derecho a aumentarle a la potencia de su transmisor y a la altura de su torre. Son conscientes de que de poco sirve la emisora si se queda emitiendo para ellos mismos.
La idea es llegar con la señal a todo el Oriente, incluso a las comunas que haciendo parte de esta zona, reniegan y se niegan a que les digan que pertenecen a Aguablanca; es decir, es triste reconocerlo pero nosotros mismos le hacemos el juego a la discriminación. No queremos que siga esa línea divisoria entre el Oriente y el resto de la ciudad, entre Aguablanca y lo demás. Cali es una sola, y a esa única Cali, nosotros también pertenecemos. Con la emisora, tenemos la oportunidad de demostrarlo.
Víctor Mario hoy se mueve entre las mil y una cosas que le gusta hacer. Se considera un espíritu rodante. Recorre cada barrio y cada comuna del Oriente, alentado por la tranquilidad y el orgullo de saber que nada le va a pasar pues por donde transita, la propia tierra y la misma gente lo protegen. Ese es su espacio, el que día a día intenta mejorar y construir de la mano de muchos otros y otras como él. Por eso se levanta a diario con la esperanza de que un cambio grande venga pronto.
Víctor Mario está convencido que la cultura es ante todo manifestación, visibilización y resistencia. Por eso le sigue apostando a sus raíces, a lo suyo; sabe que todos esos saberes serán un gran legado, un despertar que logre que las nuevas generaciones no se desliguen de sus ancestros y tengan otras herramientas para enfrentarse a su presente y construir su futuro. El Viche, el Arrechón, el Tumbacatre se vuelven cada vez más importantes porque como El Vichero lo expresa con orgullo, en cada trago y en cada bebida que se inventan y logran que la gente los tome, los disfrute y los prefiera, frente al ron o al whisky de otras tierras, se está haciendo un acto de resistencia cultural que contribuye a hacer más viva, más legitima y más vigente su cultura negra.
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