En Cali, a diario más de 1500 toneladas de residuos sólidos reutilizables son mezclados con productos húmedos que destruyen sus propiedades y los convierten en basura. Pero más allá del desaprovechamiento de los materiales, la contaminación de las aguas, la aparición de enfermedades y el mal manejo de los rellenos empiezan a pasar su cuenta de cobro a los caleños.
Por: Nicole Tatiana Bravo
Es la madrugada del miércoles 15 de noviembre de 2017 y la lluvia en Cali no cesa. Por las calles inclinadas bajan riachuelos de barro y basura. El agua que cae desde la noche anterior se filtra en las casas de más de 20 barrios de la ciudad. En la comuna 6 sobrepasa la rodilla de algunos habitantes que se mueven por sus hogares tratando de poner a salvo sus televisores y neveras. La avenida Ciudad de Cali y la Avenida Circunvalar, que atraviesan la capital del Valle por el oriente y el oeste respectivamente, cierran de manera temporal. Algunos medios informan que vías como la calle 71 y la carrera 1 y 3 son intransitables.
Desde las cinco de la mañana, las empresas encargadas del aseo despliegan sus máquinas y trabajadores para evitar un colapso mayor. En ocho horas cayó sobre Cali el equivalente a las lluvias de un mes. El aguacero arrastró a las alcantarillas y los canales de aguas lluvias los residuos a su alrededor: poltronas, colchones, mesas, empaques de icopor y vasos desechables y basuras obstruyeron el paso. La imposibilidad de que el agua fluyera termina por desbordar los drenajes. La bocatoma de Puerto Mallarino, donde se capta el agua que abastece al 80% de los caleños, se ha taponado por las basuras. Al año se recogen 1000 toneladas de residuos en este lugar. Este es sólo uno de los impactos que genera el mal manejo de los residuos sólidos en Cali.
Hasta enero de 2018, Cali contaba con 138 puntos críticos de acumulación de residuos sólidos. Una especie de basureros ilegales que afectan la salubridad en la ciudad al estar expuestos al contacto con roedores y aves; los residuos terminan esparcidos y las aguas lluvias y la descomposición pueden generar líquidos tóxicos que se dispersan sin control.
El profesor Carlos Arturo Madera, de la Escuela de Ingeniería Sanitaria y Ambiental de la Universidad del Valle cuenta que las consecuencias de la disposición de los residuos en sitios no autorizados genera un impacto visual y económico porque está a la vista pública y “nadie va a comprar predios a alto precio sabiendo que su vecino es un punto crítico. Eso conlleva una pérdida del valor de la propiedad. En la realidad de nuestro país, el punto crítico también se asocia a problemas de delincuencia e inseguridad porque se vuelven espacios donde se pueden esconder o crear hábitats delicuenciables”.

Emsirva, la empresa de servicios varios encargada de la recolección y el transporte de residuos sólidos en Cali y otros 15 municipios del Valle, presta sus servicios desde 1969 y está en proceso de liquidación desde 2005. Por lo pronto, cuatro prestadores del servicio de aseo contratados por la empresa dividen la ciudad en cuatro zonas para atenderla. Los trabajadores y la maquinaria de Promoambienal Cali al norte; Emas al Oriente; Ciudad Limpia al centro, oeste y los corregimientos que los rodean; y Promoambiental Valle al sur y atendiendo municipios alrededor. Entre todas cubren el 94% de la ciudad.
Jaime Artunduaga, Coordinador operativo de Emsirva en liquidación, insiste en que las estadísticas dan unos números, pero la realidad es otra. El 6% restante de cobertura de recolección y transporte de basuras está a cargo de pequeños operadores de aseo. Aunque la cifra total indique una cobertura del 100%, Artunduaga sabe que no llegan a todas las comunidades. El funcionario reconoce que algunos botaderos ilegales surgen tras el irrespeto de los horarios y frecuencias en que pasa el camión recolector, pero en otras ocasiones se debe a la falta de vías que permitan el acceso. Un ejemplo es el caso de las zonas de ladera en que predominan gradas y pasajes. “Cali tiene barrios con construcciones de pasajes netamente peatonales. Las curadurías urbanas aceptan construcciones donde lo último en que piensan es en dónde van a dejar los residuos. Hay edificios residenciales, donde no hay unidades de almacenamiento, como los del centro. Ahí se genera la misma problemática de los pasajes: llevan los residuos, regularmente, a la primera esquina vehicular que tengan acceso”.
A diario, las empresas prestadoras del servicio de aseo recogen más de 1800 toneladas de residuos sólidos en Cali, equivalentes al peso promedio de 265 elefantes africanos de la sabana, considerados los más grandes del mundo. Todos los desechos recogidos sólo tienen una alternativa: el relleno sanitario de Yotoco, ubicado a 45 kilómetros de la capital del Valle. De acuerdo con el informe nacional de 2016 de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, Cali fue la segunda ciudad de Colombia, después de Bogotá, que más residuos dispuso en un relleno sanitario.
***
Según la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles un relleno sanitario es un lugar donde se reduce el volumen de residuos mediante su compactación, se dispone la basura en el menor espacio posible y se cubre de tierra con el fin de mitigar los impactos ambientales. Debe contar con condiciones óptimas de salud y seguridad pública. Sin embargo, el profesor Carlos Madera insiste en que “los rellenos sanitarios siempre serán una fuente potencial de emisiones de contaminantes al ambiente y de potenciales factores de afectación de la salud de la población”.
En 10 años de servicio, el relleno de Yotoco ha recibido más de 7 millones de toneladas de basura. No importa cuántos cuidados tenga el operador o qué tan óptima sea la disposición de los residuos, el riesgo de enfermedades respiratorias y congénitas está a la orden del día. El suelo que lo rodea se desvaloriza y el que cumple su función de recibir los residuos sólo podrá ser usado como zona verde sin posibilidad de construcción de viviendas. Aunque el relleno de Yotoco se encuentra alejado de la población por ahora, seguirá ocupando espacio en un departamento donde los diferentes municipios pueden ir corriendo su frontera urbana.
La humedad de los residuos orgánicos y la filtración de aguas lluvias en el relleno pueden generar lixiviados, un líquido resultante de la descomposición de residuos y la infiltración del agua, que pueden afectar la calidad de vida de las personas. Este fluido puede contener materia orgánica, nitrógeno y materiales pesados. En ocasiones son tratados por algunas plantas que “limpian” el agua y la disponen según sus características y nivel de contaminantes. En otras ocasiones pueden acumularse y terminar descargados en fuentes hídricas.
Lina Cárdenas, ingeniera sanitaria y ambiental y parte del equipo del Departamento Administrativo de Planeación Municipal de Cali, advierte que de las más de 2300 toneladas que llegan al relleno sanitario de Yotoco –contando los desechos de los demás municipios-, el 60% son residuos orgánicos “que en la disposición final son los que mayor impacto ambiental tienen al generar lixiviados y gases de efecto invernadero”. Entre más grande sea el relleno más difícil será tratar los gases. Incluso con chimeneas dispuestas en el terreno para captar y conducir los gases, su estado gaseoso les permite salir por cualquier porosidad. Los gases de efecto invernadero absorben y emiten radiación elevando la temperatura del planeta. La disposición final en Colombia generó en 2010 el equivalente a 8 millones de toneladas de CO₂ en la atmósfera. En ese momento, el promedio de producción de residuos sólidos era de 20 mil toneladas diarias, pero en 2016 sobrepasó las 30 mil, según el informe de Disposición Final de ese año.

Las problemáticas que acarrea un relleno sanitario no son nuevas para Cali. El 14 de septiembre de 2001, una montaña de basura se derrumbó sobre Navarro. El periódico El País de Cali afirmó que 138 mil metros cúbicos de basura, equivalentes a la capacidad de 36 piscinas olímpicas, cayeron sobre el canal sur de la CVC. El riesgo de que los lixiviados llegaran al río Cauca, donde desemboca este canal desencadenó una emergencia sanitaria. Cinco años después, el periódico relata que ya son seis lomas de basura en ese espacio. El cierre del basuro llegó en junio de 2008, aunque desde 1995 se había ordenado su clausura.
Sin embargo, Navarro aún es un dolor de cabeza para los caleños, y lo será por los próximos 20 años según los expertos. Investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad del Valle y del Instituto de Investigación y Desarrollo Cinara advirtieron en 2009 que Navarro seguirá emitiendo gases y lixiviados hasta por más de 30 años. La causa principal es el mal manejo de sus residuos sólidos. Durante más de cuatro décadas fueron enterrados, sin una debida separación, todo tipo de materiales consumidos por los habitantes de cuatro municipios del Valle. Aunque el botadero ha sido cubierto por vegetación, las aguas subterráneas que pueden surtir a Cali corren el riesgo de contaminación por la basura que aún se descompone allí. Las enfermedades respiratorias y congénitas siguen presentes en los vecinos del antiguo basurero debido a la presencia de contaminantes y metales pesados.
El fallecido Héctor Collazos Peñalosa, ingeniero sanitario y ambiental, topógrafo, considerado el “padre de los rellenos sanitarios en Colombia” y docente de varias universidades en el país, escribió en su libro sobre diseño y operación de rellenos sanitarios que, aunque este método no es el adecuado, con la tecnología actual (2004) se puede reducir el impacto al ambiente y la población. Sin embargo, a largo plazo no es una buena opción, porque “cada vez se dificulta más la consecución de terrenos aptos para relleno sanitario, porque la población crece con rapidez, porque la basura es cada vez menos biodegradable y, básicamente, porque los rellenos sanitarios están tapando el despilfarro de los recursos naturales”. A pesar de esto, el 96,5% de los residuos sólidos del país se disponen en los 158 rellenos sanitarios que tiene el territorio.

En 1997, el Ministerio del Medio Ambiente – como era llamado en ese momento- formuló la Política para la Gestión Integral de Residuos Sólidos en el país. Reducir la cantidad de residuos, recuperarlos y disponerlos en sistemas adecuados, fueron las principales metas planteadas en el documento. Luis Marmolejo, también docente de Ingeniería Sanitaria y Ambiental de la Universidad del Valle, explica que la jerarquía de Gestión de Residuos Sólidos es una pirámide en “que lo primero es la minimización y lo menos deseable es la disposición final, pero Colombia lo que tenía era una pirámide al revés donde lo que se privilegiaba y predominaba era la disposición final”.
La iniciativa de la política surgió debido a la falta de personal capacitado para prestar el servicio de aseo, en especial en la fase de disposición final. También influyó la necesidad de dividir la recolección de residuos según su clasificación (peligrosos, orgánicos y aprovechables).
Sólo hasta 2003, por ley, los municipios tuvieron que elaborar el Plan de Gestión Integral de Residuos Sólidos y mantenerlo actualizado para que las autoridades ambientales ejercieran vigilancia, control y aplicaran las sanciones debidas si era el caso. Un año después, Cali ya contaba con una herramienta que indicaba hacia dónde iba la capital del Valle en la gestión de los residuos. Actualmente, la ciudad es regida por un plan formulado en 2015 para un periodo de doce años, por el Departamento Administrativo de Planeación Municipal. Cuenta con 14 programas sobre el aseo de la ciudad y la gestión de residuos, pero su principal foco de atención es el manejo de residuos orgánicos, inorgánicos aprovechables y de construcción y demolición que genera la ciudad.
Una de las propuestas del PGIRS es la construcción de las Estaciones de Clasificación y Aprovechamiento (ECA) en la ciudad. La instalación funcionaría como un centro de acopio donde se pesan y clasifican los materiales que llevan los recicladores de oficio para que puedan ser vendidos a la industria. Los trabajadores obtendrían una mayor ganancia, la negociación sería directa y no por medio de las bodegas intermediarias que venden a bodegas más grandes. Marvin Valencia, trabajador del Departamento Administrativo de Planeación Municipal, cuenta que aunque las ECA están establecidas en el Plan de Ordenamiento Territorial y se soportan en estudios, cuando van a ser construidas, la comunidad no lo permite. Una de las razones que advierte Marvin es que “la gente cree que todo lo que tiene que ver con residuos sólidos se le va a convertir en un basurero”.
Por ahora, Planeación Municipal le apuesta al proyecto más grande que tiene planteado en el PGIRS: el parque ambiental y tecnológico de Cali. La construcción pensada en dos fases tiene prevista realizarse en los terrenos del antiguo basuro de Navarro y contaría con ECAs, una planta de aprovechamiento de orgánicos para la recolección de biocombustible, aulas de investigación, sedes de empresas que puedan transformar residuos aprovechables y una planta de aprovechamiento de residuos de construcción y demolición para generar ecomateriales para obras. Marvin Valencia añade que el diseño del parque abarca unos 15 componentes y que desde la administración “lo hemos pensado como un sistema público-privado donde pueda hacerse negocio, nosotros daríamos la infraestructura en concesión. La idea es que quede un parque tecnológico donde se concentre la mayoría de los manejos de residuos sólidos pero enfocados al aprovechamiento”. El funcionamiento total del parque se proyecta a 2027, por el momento se realiza la gestión del predio y los estudios de viabilidad del terreno.
Otra de las propuestas del PGIRS que es clave para separar y aprovechar los residuos, es la puesta en marcha de la ruta selectiva. Esta actividad consiste en rutas de recolección de residuos inorgánicos aprovechables que deben ser separados previamente por cada hogar, unidad residencial o negocio y entregados al reciclador de oficio para que sean clasificados, vendidos y devueltos a la industria. De esta forma se reducirían las 490 toneladas de residuos con capacidad de aprovechamiento que llegan al relleno sanitario, se alargaría la vida de éste y gastaríamos menos recursos naturales sacando partido de los materiales reciclables.
Carlos Acosta, perteneciente al grupo de Aprovechamiento de la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP), aclara que este año se pondrá en marcha una microruta selectiva en la comuna 17, al sur de Cali, como una prueba piloto con las siete organizaciones de recicladores que se encuentran en esa zona. Según el funcionario, la meta es que la ruta selectiva sea igual que la de recolección de residuos por parte de las empresas de aseo, es decir, puerta por puerta. A esto se suma la necesidad de entregar un material con calidad de clasificación, aprovechamiento, comercialización y transformación.
Desde la ONG Reciclando un Mundo Mejor, de Cali, organización que diseña proyectos para buscar soluciones de sostenibilidad en el país, y en especial en la ciudad, Alejandra Gómez, fundadora y coordinadora, aclara que uno de los principales problemas para implementar la ruta selectiva es que las 27 organizaciones de recicladores no están coordinadas y representan a una fracción pequeña del gremio.
Aunque la ruta selectiva está dando pequeños pasos en la ciudad, la dignificación del reciclador está tomando impulso. Alejandra Gómez advierte que desde mayo se empezará a cobrar el servicio de aprovechamiento. El dinero se destinaría a un apoyo para que los recicladores puedan formar empresa y prestar este servicio a la comunidad. La ONG también tiene proyectos a cargo que van de la mano con las gestiones de la administración. Por el momento, la organización trabaja en dos plataformas virtuales: un sitio web para albergar contenido de cultura ambiental y otro proyecto que contaría con las rutas de los recicladores para que la ciudadanía las pueda consultar y haga parte de este trabajo.
En la ruta selectiva planteada en el PGIRS de Cali, el encargado de recoger, transportar, separar los residuos aprovechables y venderlos, es el reciclador de oficio. Es decir, la persona que se ha organizado para prestar la actividad de aprovechamiento. Bajo esa idea, la administración pretende que los recicladores hagan parte de manera formal en la economía del aseo de la ciudad. Algunos recicladores informales no miran con bueno ojos esta propuesta. Según Reinel Ospina y Julio Hernán Montenegro, dos recicladores que llevan más de tres décadas de actividades, llevan tres años en reuniones con la Alcaldía. Sin embargo, dudan de lo que plantea la administración: “prometen esta vida y la otra pa que después se olviden de uno. No creo en eso, sólo creo en lo que yo trabaje”, afirma Montenegro mientras le molesta de que les exijan uniformes, gorras, carné, llenar encuestas y hacer parte de alguna organización para ser considerados en la ruta selectiva.
Reinel y Julio Hernán pasan todos los días por el Coliseo del Pueblo de Cali. Frente a este, en las bodegas levantadas con láminas de metal, los recicladores venden al mejor postor sus materiales. Si tienen suerte ganarán entre 20 o 30 mil pesos, si es un mal día podrán irse con 5 mil pesos. Esta mañana dejarán el producido en la bodega de Julio César Gallego, un joven de 17 años, sus precios son los mejores según Reinel y Julio. Gallego paga por kilo de plástico quinientos pesos (o también llamado pasta), quinientos por papel de archivo (como revistas) y doscientos por cartón (como las cajas). Al día puede recibir, como mínimo, 30 personas entre recicladores formales e informales. Luego de once o doce horas de trabajo, la bodega puede terminar hasta con 200 kilos de cartón y 100 de pasta, el total será entregado al proveedor para que una empresa los trate y los materiales vuelvan al ciclo productivo.

Durante décadas, Colombia basó su economía en producir bienes, venderlos, utilizarlos y desecharlos. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) la cantidad de materia prima extraída de la tierra se triplicó en un lapsus de 40 años. De continuar así, para 2050 necesitaríamos extraer 180 mil millones de toneladas de materiales de la tierra para cubrir las necesidades del excesivo consumo humano. El desgaste de los recursos naturales, el aumento de la población unido al aumento de residuos y el impacto de estos factores en el cambio climático, llevaron a repensar la economía a nivel mundial. Colombia no fue la excepción.
En 2014, el Congreso reglamentó el uso de fuentes energéticas no convencionales, en este aspecto entraba la gestión de residuos para aprovechar el valor energético de aquellos que no podían reutilizarse ni aprovecharse. Dos años después, el Consejo Nacional de Política Económica y Social (CONPES), emitió el documento 3874 sobre la Gestión Integral de Residuos Sólidos que propone un cambio en el modelo económico: de lineal a circular. La propuesta tiene como meta, según lo dice Luis Marmolejo, docente de la Universidad del Valle, “minimizar la cantidad de residuos que generamos, pero que adicionalmente usan materiales que tienen un mayor potencial de ser reincorporados a la producción”.
Uno de los primeros pasos para lograr que el modelo económico circular funcione es conocer e implementar las “3R”: reducir, reciclar y reutilizar. Entre menos productos con envoltorios, envases de plástico, materiales de poca duración o elementos desechables sean producidos, comprados, usados y lanzados a la basura, menos residuos llegarán al relleno y menos dinero se invertirá en la recolección y disposición de basuras. Según el Banco Iberoamericano de Desarrollo, en 2015 esta labor costaba en promedio 171 mil pesos por tonelada de residuos en Colombia. El ahorro no sólo sería económico sino ambiental: si Cali aprovechara el total de papel y cartón que generan los caleños, en un año podría evitarse la tala de 2.5 millones de árboles según estimaciones de Planeación Municipal.
El docente Carlos Madera, del programa de Ingeniería Sanitaria y Ambiental de la Universidad del Valle, señala que por más que lo intentemos “siempre habrá un residuo por disponer, siempre habrá algo por enterrar. El sistema ideal es que haya una combinación; que yo recupere todo aquello que sea susceptible de recuperar y que yo trate y entierre todo material no recuperable”.
Para el ingeniero no hay una sola alternativa, sino una combinación como lo hacen países como Holanda, en los que separan, recuperan, incineran una parte de los residuos, disponen otra y mantienen un proceso educativo hacia la comunidad. Sin embargo, el profesor Luis Marmolejo advierte que la solución no es sólo reciclar y reutilizar; la mejor alternativa es no generar residuos, tener un consumo racional, pues “la ciudad limpia no es la que más se barre, la ciudad limpia es la que menos residuos genera”.
Comentarios