Por: Juliana Echeverry
A los pocos días de mi llegada al país ecuatoriano empecé a ver una inexplicable aparición de figuras antropomórficas hechas de pan. Las vendían en las panaderías, en las tiendas y en los supermercados.
Estas figuras, mejor conocidas acá como “guaguas de pan”, se consumen con una bebida de maíz y frutas llamada “colada morada”.
Ambos alimentos representan, evocan y celebran la muerte. Una costumbre que, como muchas en Ecuador, es un producto del complejo sincretismo indígena-colonial, y tiene su espacio un día en especial:
2 de Noviembre: Día de los finados.
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Llegamos a este lugar un domingo a eso de las 12 del mediodía. Un periodista colombiano, una amiga suya y yo, viajamos desde Quito hasta una “parroquia” –a menos de 20km- llamada Calderón.
Un cementerio viejo y descuidado nos recibió con una grata sorpresa: Los vivos celebraban una fiesta comunitaria para sus amigos y familiares difuntos.
Niños (os), adultos (as) y ancianos (as), cantaban, comían y conversaban con sus “finaditos”.
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El encuentro era más un festejo informal que una ceremonia de dolor. Los elementos más recurrentes eran por supuesto las guaguas de pan y la colada morada.
La cerveza, repartida y compartida en vasos desechables, secaba las gargantas de los visitantes que dedicaban este día a contarle a sus difuntos las historias que han acontecido durante su ausencia.
Pero la muerte siempre tiene esa carga profunda de oscuridad. No quise retratar la celebración, ya que la consideré suya. Preferí hacer un pequeño ejercicio visual con lo que aquí se daba. Cruces y flores fueron los dos motivos que escogí para representar un ritual que me pareció tan interesante como melancólico.
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Algunos de ellos accedieron a prestarme su tiempo para una fotografía. Y su mirada, por supuesto, habla mejor que yo de este difícil acceso.
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Ecuador es un país paradisiaco para algunos y profundamente melancólico para otros. La voz de Julio Jaramillo o de Olimpo Cárdenas nos lo recuerda todo el tiempo. La imagen que nos vende su gobierno, e incluso el nuestro, no se corresponde con esa amalgama de expresiones que nos brinda un breve paseo por este lugar.
El 2 de noviembre, día de los difuntos, es sin duda una fecha especial para los ecuatorianos. Es la fecha en la que algunos aprovechan para dejar de creer en aquella muerte que pretendemos ineluctable, y dedican unas horas a encontrarse con aquellos a quienes extrañan o a quienes evidentemente no han olvidado.
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